DECIDIR PARA MÁS LIBERTAD
SI ANHELAS LIBERTAD: EJERCE EL PODER DE ELEGIR Y DECIDIR
Nuestra vida es el resultado de la cadena de decisiones que tomamos. Aunque no seamos conscientes de ello, somos los creadores de nuestra vida, por acción o por omisión. Incluso cuando no queremos decidir estamos eligiendo postergar o no hacer. Sin embargo ¿hasta qué punto estamos conscientes de ello?
¿POR QUÉ NO ES FACIL DECIDIR?
Decidir es renunciar. En cada decisión elegimos algo y al mismo tiempo, renunciamos y dejamos algo atrás, y eso cuesta, duele, genera incertidumbre y hasta miedo. Y es esa parte no deseada de la elección la que no solemos aceptar y por eso, preferimos decir que somos indecisos. En vez de detenernos a observar nuestros miedos para gestionarlos, evadimos la toma de decisión con la incubación de malestar que implica.
“Cada elección tiene su anverso, es decir una renuncia, por lo que no hay diferencia entre el acto de decidir y el acto de renunciar”. Italo Calvino
Toda decisión tiene consecuencias
Podemos pedir opiniones o consejos y escuchar otras perspectivas, pero a la hora de elegir la responsabilidad es solo nuestra, ya que nadie conoce mejor que nosotros nuestras circunstancias y lo que realmente queremos. Acertada o no, será nuestra decisión. Es humano dudar cuando tenemos varias opciones, no existen certezas y nadie podría decirnos si será una buena o mala decisión, lo único cierto es que sólo tomando la decisión lo sabremos. Además, cada estímulo tiene una respuesta: No decidir también es una decisión, habrá repercusiones y consecuencias. De nada sirve permanecer indiferentes ya que lo que conseguiremos es quedar a merced de las circunstancias, una manera muy impotente de vivir.
¿Qué tan libres de elegir somos?
Generalmente no somos conscientes que las decisiones que tomamos están basadas en un criterio que se formó en el pasado, con nuestras experiencias y los aprendizajes adquiridos. El cerebro busca ahorrar energía activándose de forma intuitiva y automática en cuestiones cotidianas o intrascendentes. Entonces nos dejamos llevar en automático y es posible que no estemos decidiendo lo mejor para nosotros en el momento presente.
La influencia de los estados de ánimo
Muchas decisiones se toman bajo la influencia del estado de ánimo que tenemos sin siquiera darnos cuenta. El estado de ánimo afecta el marco de referencia que tenemos y oculta factores necesarios para tomar decisiones. Tomar conciencia evitará decidir por impulsos como la euforia, el entusiasmo, el miedo, la ira, la impotencia o la necesidad de un cambio que llene el vacío existencial que sentimos. Deberíamos decidir en calma, en un ambiente tranquilo y con tiempo suficiente.
La forma de tomar decisiones
¿En qué grupo te reconocés?
Buscar lo mejor: asegurarse la mejor decisión, analizar sin descanso, evaluar y revalorar. Al tomar la decisión seguir pensando si habré elegido bien o si alguna de las opciones descartadas sería la correcta, o si habrá otra alternativa superadora. Esto trae estres durante el proceso de decisión, y sentimiento de frustración después de decidir. La sensación es de preocupación e infelicidad.
Conformarse con lo suficientemente bueno: dejar de buscar al encontrar algo que satisface los estándares, aunque no sea perfecto. Aceptar que puede haber mejores opciones, pero dar prioridad al tiempo y energía hace sentir tranquilidad. Es posible que dependiendo de la importancia que tenga para vos cada decisión te veas reflejado en un grupo o en el otro.
Reconocer con cual te identificas más te puede ayudar a observar qué modificar.
Más opciones complican las decisiones
Elegir supone siempre un costo, es decir estamos dejando de tener, ser o hacer algo más. Cuando tenemos muchas opciones nuestro cerebro se estresa analizando y buscando lo mejor. Buscar la alternativa perfecta se puede transformar en un bucle. Deberíamos tender a buscar aquella alternativa que satisfaga nuestras necesidades, reducir las expectativas y confiar en que si erramos será para aprender. Esto nos permitirá disfrutar más de las decisiones que hemos tomado. Además, nuestro tiempo y energía son recursos limitados y tenemos que ser conscientes en qué los invertimos.
DECISIONES SABIAS Pasos para tomar buenas decisiones:
Decidir ser feliz
Ser feliz es la decisión más importante de la vida y está incidida por la actitud con la que tomamos las circunstancias inevitables que se presentan en nuestras vidas. Mas allá de las circunstancias que nos sucedan siempre tenemos la posibilidad de elegir cómo afrontamos esas situaciones, cómo las percibimos y fundamentalmente cómo respondemos. Elegimos nuestra actitud cuando decidimos a qué prestarle nuestra atención en la realidad que nos rodea:
· lo positivo o en lo negativo, · lo que podemos cambiar o en lo que no,
· lo que tenemos o en lo que no tenemos,
· lo que nos agrada o en lo que nos desagrada. Tenemos capacidad absoluta de decisión y posibilidad de intervención y cambio solo en nuestra conducta y ésta es consecuencia directa de nuestra actitud.
“Todo puede serle arrebatado a un hombre, menos la última de las libertades humanas: elegir su actitud en una serie dada de circunstancias, elegir su propio camino. Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”. Viktor Frankl
Decidir ser protagonista
Podemos quejarnos del tipo de vida que llevamos, de la infelicidad o de las desgracias que nos acontecen y así estaremos creando una cárcel de la que será cada vez más complejo salir. O, podemos elegir crear la vida que queremos decidiendo cómo comportarnos ante cada circunstancia y haciéndonos cargo de las consecuencias, aunque sintamos miedo, inseguridad, incertidumbre o culpa.
Decidir con consciencia
Poner en juego toda nuestra atención, conocimientos, percepción, habilidades, análisis, inteligencia emocional e intuición en cada decisión.
Equilibrar razón y emoción, el yo y el nosotros
Cuando aprendemos a reconocer y gestionar las emociones descubrimos que no nublan nuestra razón como solemos creer, sino que son esenciales y las podemos utilizar para ser más racional de lo que seríamos sin ellas. El centro racional de la mente es capaz de generar una serie de alternativas y argumentos, pero las decisiones requieren una facultad adicional. La mente necesita evaluar el peso emocional o importancia de cada opción y elegir por medio del sentimiento. Deberíamos involucrar mente y corazón en el proceso de decidir. Cuando la mente entra en un bucle de análisis interminable, es prudente parar, cerrar los ojos, respirar y dejarnos sentir.
Claridad y reflexión
La claridad sobre uno mismo y sobre nuestras metas nos ayuda a resolver satisfactoriamente el conflicto entre lo que creo que debo hacer, lo que quiero y lo que me conviene. La reflexión nos evitará tomar decisiones impulsivas o basadas en las costumbres o hábitos, urgidos por la impaciencia por pasar a la acción o por la ansiedad de la falta de tiempo. Ambas, claridad y reflexión nos ayudan a resistir las presiones sociales que nos empujan a hacer lo que los demás para no sentirnos raros, para ser aceptados, para no defraudar expectativas.
Tomar distancia
Analizar considerando la perspectiva que adoptaría otra persona permite disminuir la tendencia al egocentrismo, a favorecer la información que confirma nuestras propias creencias o a no considerar al entorno y a los demás.
Combinar optimismo realista con pesimismo estratégico
Lo óptimo sería mantener una actitud optimista con consciencia de lo positivo y lo negativo, y un pesimismo que no tiene nada que ver con negatividad sino con prepararse para lo peor previendo alternativas. Se puede avanzar también desde el miedo.
Trascender los miedos y decidir desde el amor
Una decisión sabia necesita de un profundo autoconocimiento, un elevado nivel de consciencia, una clara definición de lo que queremos lograr en nuestra vida, y de lo que queremos ser. También requiere saber qué posibilidades nos ofrece el entorno y cómo va a encajar esa decisión.
La actitud con la que nos enfrentamos al tomar una decisión también es un factor influyente: ser demasiado optimista y negar la realidad no nos va a beneficiar, centrarnos solo en lo negativo tampoco. Decidir conscientemente, sabiendo cómo nos influyen nuestras creencias, nuestras emociones, nuestro entorno o nuestro ego es decidir sabiamente.
En mi consulta me encuentro con personas que llegan buscando ayuda para tomar decisiones, muchos buscan que alguien les diga qué hacer, sin embargo, como te habrás dado cuenta, decidir es una responsabilidad que no es posible evadir. ¡Anímate a tomar decisiones! Aunque te equivoques siempre podés aprender de tus errores, asumir responsabilidades.
Si necesitas ayuda te acompaño a tomar consciencia y a poner en acción todo el proceso de toma de decisión para ejercer tu libertad.