Expectativas y Felicidad

Liberarnos de las expectativas para ser libres y felices

Muchas veces vivimos pensando que la vida “debería” ser como queremos y que los demás tienen que tratarnos como nos gustaría que lo hagan. No nos damos cuenta de que así estamos siendo esclavos de lo que esperamos. Y cuando no ocurre lo que esperamos sentimos frustración, enojo y desilusión. ¿Sirve para algo pensar en que el mundo está obligado a satisfacerme y esperar que sea así?

Las expectativas son inevitables Nuestra mente tiende a ver lo que está mal y las carencias a fin de evitar el peligro y asegurar nuestra supervivencia, por eso buscamos lo que está fuera de lo esperado o puede representar un peligro.  El problema surge cuando nos dejamos llevar sin reconocer cómo funciona el mecanismo de las expectativas.

Tipos de expectativas que nos atrapan

Hay expectativas que compartimos en sociedad, sobre lo que está aceptado, bien visto, y lo que es rechazado. Esto nos lleva a intentar adaptarnos a lo que se supone que debemos hacer, para encajar, ser aceptados y poder disfrutar de una vida social exitosa. Las expectativas sociales van modificándose con el tiempo y las hay de todo tipo, de belleza, salud, familia, trabajo, ocio, moda, etc. Probablemente no seamos conscientes de hasta qué punto la presión social puede afectar nuestra vida si vivimos pendientes de encajar en los estándares establecidos.

Querernos y atrevernos a ser auténticos es quizás nuestra garantía de supervivencia en un mundo cada vez más complejo. Para la felicidad completa necesitamos el auto respeto, mantenernos fiel a al propio ser y al potencial que llevamos dentro.

Expectativas que no nos hacen feliz

Las expectativas sobre las cosas podrian ser erróneas

Comprar por impulso

Me aburro y compro, me siento triste y compro, me siento solo y compro, etc.  Las compras destinadas a mejorar nuestro estado de ánimo son compras realizadas desde expectativas erróneas.   Si no trabajamos conscientemente desde el interior lo que nos pasa acabamos necesitando cada vez más objetos para ocultar necesidades insatisfechas.  Antes de comprar podés hacerte estas preguntas ¿es esta la manera de cubrir mi necesidad? o puedo solucionar con algo que ya tengo o conseguir prestado ¿existe algún miedo, ansiedad o dolor detrás de mi compra? Necesitas ropa porque “no tenes nada que ponerte” o no estás conforme con cómo te queda.  Es posible que exista algún dolor, por no aceptar tu cuerpo o los cambios corporales que estás experimentando o temor a no lucir perfecta o no captar la atención de la persona que deseas.  Una clave es anotar en una lista y esperar un tiempo en vez de salir a comprar cuando nace el deseo para asegurar no comprar por impulso (vale para objetos, cursos, formaciones, eventos, experiencias)

Objetos

Si lo que necesitamos es calmar alguna emoción comprar no soluciona nada. Los objetos solucionan acciones no emociones.  Acciones como vestirse, comunicarse, pero no emociones como conexión, afecto o felicidad.  Podes regalarle un juguete a tu hijo y no disponer tiempo para jugar con él. La clave es dejar de creer que la tenencia o no de un objeto son causantes de nuestro humor o nuestra suerte.

Comida

Comemos con la expectativa de sentir placer y muchas veces nos premiamos con comida.    Un alimento puede nutrir, pero no nos hará felices.  No podemos acallar lo que sentimos con comida.  Muchas veces comemos por ansiedad, por aburrimiento, por desconsuelo y otros malestares.  El efecto que nos provocamos comiendo de más o ingiriendo ciertos alimentos es un alivio temporal.  La clave es dejar de poner expectativas de cambio y alivio en lo que ponemos en el plato y hacernos responsables de ocuparnos de lo que nos pasa.

Regalos

Esperamos recibir regalos ajustados a nuestros deseos y aspiramos a sacar la mejor sonrisa de aquel a quien le regalamos.  La acción de dar o recibir regalos de corazón es una demostración de afecto agradecimiento y reconocimiento.  La clave al regalar es dar de corazón sin enfocarnos en el resultado, sino habrá sido una acción subordinada a como lo recibirá el otro. Y recibir de corazón, sin creer que la otra persona puede leer nuestra mente para adivinar lo que queríamos sin haberlo manifestado.

Expectativas que nos llevan a la frustración y desilusión

Querer ser como otra persona con la que nos comparamos

La lucha constante entre ser quienes queremos ser y no como realmente somos, nos trae innumerables conflictos internos “debería ser más delgada, más divertida, menos insegura”.  La clave es aceptarte, amar lo que sí sos y dejar de soñar con lo podrías ser.

Creer que no podemos por nuestra condición

Por la edad, por la condición económica o social, por el aspecto físico.  Nacemos equipados para el éxito. La clave es descubrir que naciste dotado de lo necesario para lograr tu propósito y decidir que es el éxito para vos.  Muchas personas son sumamente felices sabiendo que tuvieron éxito siendo padres, hermanos, amigos.

Ser demasiado exigentes

Si nuestras metas nos generan estrés y sufrimiento debemos revisar nuestras expectativas. Si la persona que queremos ser es casi un semidios estaría bueno bajar nuestros humos. La clave es concentrarte en el progreso en lugar de la perfección. ¿Quién dice que todo me debe salir bien?

Elogiarnos en exceso

Aunque nos resulte asombroso puede conducirnos a la ansiedad. Creernos tan empoderados que no nos permitimos bajar la vara.  Si elevamos tanto las expectativas sobre nosotros mismos, no nos permitiremos ser menos nunca.

Creer que somos inmortales

Con frecuencia retrasamos nuestra felicidad y plenitud basándonos en la estimación de años que nos resta por vivir.  Así dejamos para después el cumplir sueños o hacer lo que nos gusta.   Guardamos objetos como ropa o delicias o reservamos muestras de afecto como decir te quiero para ocasiones especiales.  Lo aplazado puede darnos felicidad ahora.  La clave es asumir que podrías morir esta misma noche ¿Qué harías diferente? ¿Qué dejarías de postergar?

Querer cambiar a los demás

Pretender que los demás sean como nos gustaría nos condena a un constante malestar.   El problema es que no podemos controlar la personalidad, comentarios, gustos o preferencias de las demás personas.  Tu pareja no es tu definición ideal de hombre o mujer.  Es quien es, una persona que no necesita de tu concepto o tus ideas para seguir siendo.   Todas las relaciones, sean de amistad, amor o trabajo pueden ser fuente de expectativas.  El amor autentico cumple con el requisito de respetar la libertad del otro.  Respetar cómo es y que sus decisiones y acciones están libres de nuestro criterio.

Esperar recibir tanto como damos

La siembra no garantiza la cosecha.  Si estamos dispuestos a sembrar aceptando que algunos frutos los recogerán otros nos libramos del sufrir por lo que esperamos que ocurra. Cuando damos recibiremos, eso es una ley universal.  Aunque, probablemente lo que recibamos no provenga de la persona que haya recibido de nosotros.  La clave es no cargar a otros con tus expectativas de ser recompensado, nadie está en deuda con vos.

Llegar a hacerlo todo

La expectativa de llegar a todo y ser efectivos siempre son altamente frustrantes y nos llevan a frases como “me siento incapaz”, “no tengo fuerza de voluntad”, “esto no es para mí”.  Lo cierto es que no podemos con todo, tenemos tiempo limitado.  Hacernos listas de tareas interminables y hacer sin respiro nos lleva a desconectarnos de nosotros y del momento en el que estamos y no se puede ser feliz teniendo la mente en un sitio y el cuerpo en otro.  Damos por hecho que existe una forma correcta de hacer las cosas y que elegir otra manera sería una opción equivocada. Así nos castigamos por no haber hecho cosas que son prescindibles y que metimos a presión en nuestra agenda, aunque en realidad podían esperar.  La clave es reconocer tus límites y respetar tu ritmo.

Esperar soluciones mágicas

En internet encontramos tips para hacer más y mejor cualquier cosa, tratamos nuestras dolencias con programas de doce pasos y nos quedamos ciegos a la continuidad temporal a la que responde nuestra parte espiritual.  Inclusive la práctica de la oración puede generar en algunas personas desesperación cuando la solución no llega de la forma o en el tiempo imaginado.  La clave es aceptar que la vida no se ajusta a nuestros planes y tiene su ritmo.